Se habla mucho de ser agradecidos con Dios, con la vida, con los demás; de decir a los otros, especialmente a los seres queridos, cosas que aporten y construyan; De perdonar a quienes nos hicieron daño, de cumplir las promesas que se hacen… todas esas cosas por supuesto que alimentan mi espíritu, me ayudan a fluir, a caminar hacia adelante, a estar en paz.
Pero creo que pocas veces me he detenido a pensar en lo que me digo, si me construye, si me aporta; en lo que me agradezco, si alguna vez me he felicitado, si tengo algo que perdonarme y de qué manera lo haré, si tengo algo lindo que decirme.
Hace poco vi una entrevista que me hizo reflexionar acerca de esto y por eso lo quiero compartir. Una mujer hablaba de haber llegado al fondo y decidir cambiar su manera de ser con ella misma. Su vida y la de su hijo cambiaron para bien y ahora se hace y recomienda hacerse estas cuatro preguntas cada día:
¿De qué me felicitó hoy?
¿Qué me agradezco hoy?
¿Qué me perdono hoy?
¿Qué me prometo hoy?
Me parece una gran idea aumentar estas preguntas a mi reflexión diaria. Vale la pena ver a los demás, pero también vale la pena verme a mí. Observar lo que hago con y por los demás, pero también lo que hago por y para mí. Es lindo que alguien vea y reconozca lo que hago, pero no debo depender de eso, es más importante que yo lo vea y lo reconozca.
¿Qué tal qué cada mañana me veo en el espejo y respondo a estas cuatro preguntas?
¿Qué resultados tendría? ¿De qué manera impactaría en mi vida y en la de la gente que me rodea? ¿Cómo estarían mi ánimo y mi espíritu? Comprometerme con otros es muy valioso, pero lo es aún más comprometerme conmigo.
Los invito a hacer el experimento y a compartir lo que lograron.
Gaby Tenorio
Fundadora Plenitud AM